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Published: 2012-08-06 22:25:11 +0000 UTC; Views: 414; Favourites: 1; Downloads: 4
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La Leyenda de TalheLibro Uno: El Castigo del Héroe
001 – Así Pensaba Talhe
Probablemente lo que más le gustaba a Talhe de Cola Blanca, era su gente, siempre tranquila, con una sonrisa en la cara, aunque sabía muy bien que esa sonrisa se practicaba desde niños con el afan de ocultar la triste verdad de que jamás saldrían de Cola Blanca, pues aunque las Sirenas perdonaban a los marinos que deseaban salir, el resto de los entes marinos que custodiaban el trayecto hasta el Aegueto, no serían tan piadosos. Es por eso que los isleños en la costa de Cola Blanca viven con una resignación tan profunda, que han llegado a creer que son felices así, y según el pensamiento de Talhe, primero hay que creer, antes de ser. Para Talhe todos ellos eran felices, a su bizarra manera, pero eran felices, felices e inocentes, por no decir que inofensivas personas.
Sin embargo, Talhe era muy diferente a todos ellos, su mirada era siempre seria, endurecida por el odio y la guerra en la que había crecido, nacido guerrero desde el inicio de sus días, cuando aún él tenía que luchar en las calles de Histola para defender sus tierras a los doce años, cuando el tenía otro nombre: El Verdugo Callejero. También recordaba con claridad los líos en que se enfrentó en su ingreso a la honorable Academia Militar en Ormada donde conoció a su mujer.
-Los recuerdos van y vienen cuando te vuelves viejo, eso decía mi padre y creo que tenía razón...
Perdido entre sus recuerdos, los cuales parecían ya no ser tan exactos para él, Talhe pronto miro a través del sendero cubierto de árboles, una intensa luz roja que provenía del puedo, una gran fogata debía comenzarse a elevar, la oscuridad ya dominaba esos parajes y no había nada más placentero que sentarse en una noche tranquila, cerca del mar, junto a una enorme fogata, comer algo y beber hasta embriagarse; hoy Talhe se daría ese gusto, se olvidaría de todo, de sus guerras, de sus pecados, de sus victorias... aunque seguramente alguien terminaría preguntando…
-Si alguien pregunta le romperé el hocico... aunque la verdad, para un viejo como yo, es bueno saber que a los demás les interesa lo que he vivido, igual y los jóvenes podrían aprender de mis erro... ¡Qué demonios!
El sendero custodiado por la vegetación había terminando, ese túnel de la naturaleza que separaba la playa del único camino hacia el interior de la isla había quedado atrás y delante solo quedaba el pueblo, o lo que quedaba de lo que una vez fue, Cola Blanca. Las llamas se elevaban desde el centro del pequeño de pueblo de unas quince casuchas; llamas cuyas torres de humo tocaban el cielo, llamas que consumían lo que Talhe podría llamar, hogar. Sus piernas se movilizaron velozmente, y sin darse cuenta ya estaba armado con un leño y corría hacia el pueblo, gritando por quien necesitase ayuda, gritos que se podrían haber escuchado en toda la isla, los gritos de un hombre no asustado, rabioso.
-¡HEY! ¡ALGUIEN! ¡QUE PASA! ¡QUIEN SEA!
Pero los gritos del centenario sujeto no fueron respondidos y pronto Talhe sabría la razón. Sus ojos se llenaron de horror. Detrás de todas las casas, lo vio, un tótem de cadáveres humanos que ardian entre llamas infernales que consumían la piel y la vida de los residentes de Cola Blanca, y más aún, a los protegidos de Talhe. Sus piernas perdieron todo ese ímpetu que traían hacia unos minutos, sus brazos se colgaron al momento en que caía sobre sus rodillas, su mirada no quería hacerlo, pero solo enfocaba la horrible escena de dolor y muerte, la agonía en los rostros de quienes en algún momento habían sido esos gentiles niños que le buscaban, que le llaman Gran Tío, que le habían recibido entre abrazos y juegos... Talhe soltó una lágrima, pero solo eso, no podía llorar, no ahora que lograba ver el sendero de huellas de quien quiera que hubiera hecho esto.
-¡Por el Gran Tukums, más vale que hayas salido de esta Isla antes de que te despedace como un animal carroñero que devora su comida!
Sus ojos se achicaron y se enfocaron, su mirada serena se había convertido en la cara de una bestia endemoniada que clamaba por sangre, que clamaba por venganza; Talhe se había retirado de las batallas, pero el espíritu de un asesino nunca se abandona, menos cuando alguien ha lastimado a alguien que quieres, lo que amas. Talhe sabía que estaba por hacer algo que ya no quería hacer, pero en este momento, era lo único que deseaba, matar.
Talhe corrió hacia los muelles, y cada paso era como el golpe de un tambor que abría las puertas del infierno, sus puños desarmados se endurecían, como las sogas de los barcos cuyos nudos se aprietan más cuando intentas aflojarlos; los músculos de Talhe no eran los de un hombre en este momento, era los de un animal hambriento y lleno de furia.
-¡No! ¡Ustedes no!
Talhe había pasado algo por alto, hoy era luna llena, día de fiestas para las Sirenas que se acercan a las costas y a través de los muelles suben aun siendo Sirenas, para de ahí tocar tierra y cambiar sus colas de sirena por piernas humanas. Si alguien se había acercado a la Isla, había tenido que pasar a las Sirenas, las amazonas de los mares, y ningún navío que se acercara pasaría... excepto hoy, el día en que las Sirenas ignoran a los marinos, justo como el día en que Talhe había llegado.
La noche en que Talhe llegó a Cola Blanca, los arrecifes se había ocupado de despedazar su modesta embarcación, un buque militar de los Aegueto con el cual Talhe había zarpado y se las había apañado para que nadie lo siguiese; una vez hundido, Talhe había soportado las corrientes marinas y chocado su cuerpo contra algunas formaciones rocosas que le habían molido parte de los huesos de la espalda, huesos que aun hasta la fecha le dolían, y sin saberlo, Talhe había librado algo peor que esas trampas mortales de roca, a las Sirenas. En una noche cualquiera, hubiera terminado como ceviche en la cena de esas encantadoras, aunque mortales mujeres, pero Talhe había llegado hasta las costas, donde había sido rescatado por una hembra desnuda que lo había llevado hasta los muelles, donde había despertado al día siguiente.
Sin duda alguna, las noches de luna llena, las mujeres pez que eran demonios del mar, se convertían en juguetonas ninfas que solo deseaban un poco de diversión y complacer sus placeres carnales, su mente se volvía más inocente, sus deseos de muerte cedían, eran como niñas con cuerpo de adultas.
Pero hoy alguien había violado esa inocencia aprovechándose de su situación.
En el muelle, donde las Sirenas cambian su cola de pez por piernas humanas, solo había cuerpos cercenados por la mitad, alguien había emboscado a las Sirenas y las había rebanado como lo que parecían, pescados y les habían robado lo que las volvía diferentes, su emblema de Sirenas. Eran diez o doce Sirenas mutiladas, cortadas por la mitad.
-A algunas se las llevaron...
Talhe volteo su mirada a un costado de los muelles, una Sirena se arrastraba debajo de los enormes y rígidos troncos que sostenían uno de los tres muelles que usaban los pescadores. Era una pequeña Sirenita, quizá de quince años, edad en la que las Sirenas comienzan su actividad sexual, era sin duda alguna, linda, con su cabello blanco aperlado y esos mechoncitos de color azul celeste. Tenía una pequeña estrellita de mar en el cabello y un collar de conchas, sus aretes eran perlas y sus ojos, sus ojos eran plateados como la luna. Talhe dio gracias a los infinitos dioses de que una chica como ella se hubiese salvado y corrió hacia ella, pero al acercarse se dio cuenta que la niña no sobreviviría mucho...
Posiblemente ella fue la primera en salir y la primera en comenzar a transformar sus piernas, antes del ataque
-Salieron de todas partes -decía gimiendo la niña -A mi me agarraron por el cabello, no vi como era el tipo que me agarro -sus palabras eran mas sollozos que oraciones, pero Talhe la escuchaba con claridad -Cuando sentí el acero intentando cortar mi cola, la sangre salía de mi cuerpo, yo no la veía, pero la sentía salir de mi cuerpo, era tibia. Entonces mis piernas comenzaron a cambiar "¡Ya no sirve, tírala!" dijo alguien y... y me arrojaron al mar, me dio una patada en el torso y ronde por los tablones hasta caer al agua... sentía tanta impotencia, tanto dolor... solo podía ver debajo del muelle las atrocidades que hacia, fue horrible señor, fue algo...
-Calma ya pequeña, ahora ya se fueron, ya las dejaran en paz
-No entiende, se fueron, pero su recuerdo perdurará
-Pronto eso acabará
Sus fuertes brazos la tomaron y la abrazo como un padre a su hijo, su espíritu continuaba penando
-Shht, shhht...
-Mi... Mi ma-madre, no que...ria que viniera hoy -la voz de la infantil Sirena se debilitaba cada vez más -Pero yo insistí... de-deci-decía que algo no le gustaba…
-¿Recuerdas algo de ellos?
La chica tomo la mano de Talhe, mientras este no podía hacer otra cosa más que mirar a la pequeña cuyo cuerpo había sido destrozado.
-Mi hermana… banderas negras…
-¡Piratas! –La voz de Talhe se había vuelto fuerte otra vez a la vez, mientras miraba a lo profundo del océano – Buscare a tu hermana y a las demás Sirenas, tu solo…
Cuando Talhe miro de nueva cuenta a la chica, esta tenia los ojos perdidos, su respiración habia cesado, él solo le cerro los ojos y su boca tan pequeña y la recostó en el suelo "Plantin, ???????? ???? ?? ????? ???? ??????? ??? ??????? ???" dicho esto, se alejo de su lado, caminando de regreso por el muelle, con el alma envenenada y con una nueva razón para salir… de Cola Blanca.
Increíble era que sintiera lastima por un ser que devoraba humanos, sin embargo, una vida arrebatada era un horror, fuese de quien fuese; así piensa Talhe.