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[...] Pero ese miedo sobre todo, a que nada fuese bien, pues esto quizás no era la solución, ¿y qué iba a pasar si una parte de mí moría? Estaría incompleta... o al menos así lo sentía.

No quería seguir dudando, ni siquiera quería pensar. Seguí apretando, de alguna manera luchando contra la poca cordura que me quedaba en aquel momento. Pronto acabó. Su mano cayó al suelo, inerte, con los dedos estirados, y aún así no me detuve, por una mezcla de una fuerte rabia y como si hubiese sido una costumbre, como respirar.

Después de eso, no recuerdo nada, tan solo unas pequeñas imágenes... Una carretera, fuego... de color azul, una furgoneta gris, del bosque mojado por la lluvia, unos hombres... vestidos de blanco. Tardé en abrir los ojos, sabía que estaba sentada, mi cabeza daba contra algo blanco. Pensaba que sería un sofá, pero era una pared. Al abrir los ojos me encontré en una pequeña sala cuadrada, completamente acolchada, de un color azul desgastado por los años. Llevaba un vestido simple, de color blanco, completamente liso y que dejaba mi espalda al aire, pero no era solo eso lo que llevaba, una cadena iba hacia mi cuello, otras dos a mis manos, aunque estas eran grilletes. Y no tardé mucho en descubrir por qué tenía un fuerte dolor en la espalda: me habían clavado dos cables en esta con unos hierros a modo de «grapas» que los sujetaban, uno rojo y otro azul. Aquellos cables de colores estaban enchufados a una máquina que ni siquiera sabía para qué servía. Solo sabía que tenía que salir de allí, por la única puerta que había en la sala. [...]

Sorry, but only in Spanish.

Art © GhinVL
Kay Shikei © GhinVL

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[...] Pero ese miedo sobre todo, a que nada fuese bien, pues esto quizás no era la solución, ¿y qué iba a pasar si una parte de mí moría? Estaría incompleta... o al menos así lo sentía.

No quería seguir dudando, ni siquiera quería pensar. Seguí apretando, de alguna manera luchando contra la poca cordura que me quedaba en aquel momento. Pronto acabó. Su mano cayó al suelo, inerte, con los dedos estirados, y aún así no me detuve, por una mezcla de una fuerte rabia y como si hubiese sido una costumbre, como respirar.

Después de eso, no recuerdo nada, tan solo unas pequeñas imágenes... Una carretera, fuego... de color azul, una furgoneta gris, del bosque mojado por la lluvia, unos hombres... vestidos de blanco. Tardé en abrir los ojos, sabía que estaba sentada, mi cabeza daba contra algo blanco. Pensaba que sería un sofá, pero era una pared. Al abrir los ojos me encontré en una pequeña sala cuadrada, completamente acolchada, de un color azul desgastado por los años. Llevaba un vestido simple, de color blanco, completamente liso y que dejaba mi espalda al aire, pero no era solo eso lo que llevaba, una cadena iba hacia mi cuello, otras dos a mis manos, aunque estas eran grilletes. Y no tardé mucho en descubrir por qué tenía un fuerte dolor en la espalda: me habían clavado dos cables en esta con unos hierros a modo de «grapas» que los sujetaban, uno rojo y otro azul. Aquellos cables de colores estaban enchufados a una máquina que ni siquiera sabía para qué servía. Solo sabía que tenía que salir de allí, por la única puerta que había en la sala. [...]

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