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Description
La quietud se manifiesta en una danza entre la rigidez y la fluidez. El personaje, cubierta con unos trozos de oro, en la mitad de la desintegración, invita a contemplar la serenidad como un oasis en medio del caos. La paleta de colores, austera y distinta, conjuga blancos y negros como telón de fondo para el fulgor del oro que resalta en la mitad fragmentada del rostro. El amarillo, como pinceladas de esperanza, ilumina la oscuridad.
El rostro fragmentado, lejos de ser una afrenta a la belleza, se convierte en un símbolo de la resiliencia. Las piezas rotas, ahora doradas como un tesoro, son un recordatorio de que los momentos difíciles nos convierten en seres más fuertes y sabios. La mirada del personaje, serena y firme, refleja un control absoluto sobre la rigidez que la envuelve.
En esta obra, la dualidad se convierte en protagonista. La rigidez de las líneas se contrapone a la fluidez de la mirada, la oscuridad se rinde ante el fulgor del oro que brilla en la desintegración, la fragilidad se transforma en belleza. Es un reflejo de la vida misma, un baile constante entre la luz y la sombra, la fragilidad y la fuerza.
Al mirar este trabajo, para mí es como mirarse en un espejo. Me hace reflexionar sobre nuestra propia serenidad, sobre nuestra capacidad para encontrar la calma en medio de la tormenta.
Un canto a la esperanza, un recordatorio de que incluso en la desolación, la desintegración puede ser el inicio de una nueva vida.

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La quietud se manifiesta en una danza entre la rigidez y la fluidez. El personaje, cubierta con unos trozos de oro, en la mitad de la desintegración, invita a contemplar la serenidad como un oasis en medio del caos. La paleta de colores, austera y distinta, conjuga blancos y negros como telón de fondo para el fulgor del oro que resalta en la mitad fragmentada del rostro. El amarillo, como pinceladas de esperanza, ilumina la oscuridad.
El rostro fragmentado, lejos de ser una afrenta a la belleza, se convierte en un símbolo de la resiliencia. Las piezas rotas, ahora doradas como un tesoro, son un recordatorio de que los momentos difíciles nos convierten en seres más fuertes y sabios. La mirada del personaje, serena y firme, refleja un control absoluto sobre la rigidez que la envuelve.
En esta obra, la dualidad se convierte en protagonista. La rigidez de las líneas se contrapone a la fluidez de la mirada, la oscuridad se rinde ante el fulgor del oro que brilla en la desintegración, la fragilidad se transforma en belleza. Es un reflejo de la vida misma, un baile constante entre la luz y la sombra, la fragilidad y la fuerza.
Al mirar este trabajo, para mí es como mirarse en un espejo. Me hace reflexionar sobre nuestra propia serenidad, sobre nuestra capacidad para encontrar la calma en medio de la tormenta.
Un canto a la esperanza, un recordatorio de que incluso en la desolación, la desintegración puede ser el inicio de una nueva vida.