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“Mi novio es perfecto”. Era lo que más veces en el día se repetía Miguel; al mirar la espalda de Francisco inclinado sobre su puesto anotando todo lo que decía el profesor; o al ir tomados firmemente de la mano en el camino a su casa luego que se ofreciera para acompañarlo; o cuando a las nueve en punto lo llamaba para saber cómo estaba; o ya más íntimo, cuando se besaban, o le acariciaba la espalda y las piernas, también esa única vez que habían hecho el amor.

Francisco era perfecto para Miguel; o lo era hasta que se le ocurrió decirlo frente a Martín.

- Es demasiado bueno para ser verdad –Estaban en historia cuando comenzaron a hablar de eso. Martín se apoyaba en la ventana y miraba a Miguel con los ojos entrecerrados aparentando seriedad- “No hay cielo sin nubes, ni paraíso sin serpientes”, recuérdalo Miguel…

- Basta, Martín, me asustas con esa mirada, ¿Sugieres que es narco, mafioso o algo así? –El peruano reía mirando a su amigo.

- Quién sabe, nadie está libre estos días.

- No digas tonterías, causa…

- O puede que te esté engañando…

Un viento helado entró por la ventana y recorrió la espalda de Miguel. El chico volvió a mirar al rubio que mantenía un rostro serio, o en parte.

- … ¿Tú crees? –Martín sonrió y se encogió de hombros, llevando al fin su mirada al profesor que explicaba las razones de alguna guerra. Lo que para el argentino más bien fue una conversación sin sentido y más que nada para joder, para el chico peruano se convirtió en una idea que rondaba persistentemente su cabeza, hasta transformarse en paranoia.

- No puede ser, Fran no es de esos –Se decía a sí mismo tirando la mochila a un costado de su cama, se quitó la corbata y se desabotonó la camisa. Antes de cambiarse de ropa llamó inmediatamente a Francisco para saber en qué andaba. Y ahí estaba el tono, esperó dos, luego tres, después siete y comenzó a desesperarse, “Francisco nunca se tarda tanto”. No le contestó esa, ni a la siguiente, luego tenía diez llamadas amontonadas que el cojudo no se dignaba a responder.

- ¡¿Qué demonios estás haciendo, carajo?! ¡Contesta el puto celular! –Gritaba con el tono de marcado sonando en su oído, con su mala suerte ni cuenta se dio cuando el chico al fin contestó- ¡Cojudo de…!

- ¡¿Eh?! ¿Qué?

- … F-Fran, hola, je… -Miguel tragó saliva y cambió la voz para hablar con su novio- Oye, ¿Por qué no me contestabas, causita?

- ¿Eh?... ah… pues… –El balbuceo solo hizo que se alterara.

- ¿Fran?

- Estaba en el baño –Otra cosa que le dio más miedo.

- ¿En el baño con quién? –Murmuró entre dientes pero con la estupidez de dejar el celular a un lado de su cara.

- ¿Cómo? ¿De qué hablas?

- ¡Nada, nada! –Se tendió sobre la cama y comenzó a hablar con voz melosa- Oye, ¿Crees que mañana puedas venir a mi casa?

- Claro, te voy a dejar si quieres.

- No, eso no, ¿No quisieras venir y… estar un rato a solas tú y yo? –Ante esa voz sugerente, Francisco comenzó a tartamudear.

- Es que… ehm, y-yo…

- ¡Pasa pa acá! –De pronto escuchó una voz que conocía muy bien- ¿Aló, Miguel? –El amigo de su novio comenzó a hablarle desde la otra línea.

- ¿Manuel? ¿Qué quieres?

- Que te aguantes un ratito las ganas, mañana vamos a salir Pancho y yo, así que no puede ir a hacer “cositas” a tu casa, ¿Ya?

- ¡Manu!

- ¿Qué? Yo estaba antes que él, no es justo que me descuides por estar con Migue…

Claro que Miguel no escuchó el “¿Qué haces?” de Francisco, ni “El peruano sabe que estoy jugando” de Manuel. Y no, no era como decía el chileno.

- ¿Cómo que antes que…? ¡¿Para qué exactamente te tenía?!

- Migue, no le hagas caso, sabes que a Manu le gusta molestar –Aclaró el muchacho en cuanto tuvo de vuelta su teléfono- Pero es verdad que saldré con él, tal vez otro día pueda ir a tu casa…

La idea de colarse pasó por la cabeza de Migue, pero ahí el chileno tendría excusa para quejarse aún más del noviazgo de su mejor amigo.

“Estoy frito, Manu en muchos sentidos tiene el control de mi relación” Pensó desanimado al otro día viendo hacia adelante cómo esos dos cuchicheaban en la clase de matemáticas y hacían dibujitos en el cuaderno del otro. Algunos roces que tenían uno para el otro le parecían… demasiado cariñosos, hasta para dos amigos, ¡Sobre todo para dos AMIGOS!- ¡Argh! –Apretó el lápiz y tronó los dientes observando la mano que el flaco posaba en la nuca de Fran, apretando sus cortos cabellos con los dedos.

- ¿Qué te pasá a vos? –Martín le golpeo el codo suavemente llamando su atención- Sé que es un asco pero quita esa cara… -Dijo el rubio señalando al profesor que hablaba y hablaba por algo que se saca con un 2x2.

- ¿No te parece que Manu y Pancho son… demasiado…? –No hallaba la palabra- ¿… cercanos?

- ¿Eh? –Los ojos verdes miraron fugazmente hacia adelante y volvieron a posarse en Miguel- ¿Y eso qué tiene de nuevo? ¿O extraño? Siempre han sido así… -Por el final de su parlamento fruncía un poco el ceño, pero eso su compañero no lo notó.

- No me digas eso… -¿Entonces nada ha cambiado entre ellos? ¿Si se acostaban antes lo siguen haciendo ahora?... “¿Pero en qué carajos estoy pensando?”. Sacudió la cabeza y al volver a mirarlos esos dos ya se encontraban quietos y mirando el pizarrón.

…

- No puedo creer que estoy haciendo esto –Dijo para sí mismo allí escondido y totalmente avergonzado detrás de un bote de basura. Volvió a espiar hacia la calle por donde iban esos dos. Tragó saliva y sujetó con mayor fuerza la correa de su mochila, ya se estaban alejando y debía salir de su escondite y ponerse en marcha para no perderlos.

“Por favor, Miguel, ¿Qué crees que van a hacer? ¿Irse a un motel?”. Eso era exactamente lo que sugirió Martín luego de que le contara que Francisco pensaba salir con esa persona de quien tenía sospechas.

Siguió al par de amigos por un sinfín de tiendas de video, otras de comida, la boletería del cine al que finalmente no entraron, y por último estuvo vigilándolos mientras tomaban “once” en otro local, con churrascos, tortas, jugo, té y empanaditas.

- Siempre has sido un cerdo, Manuel –Comentó mientras se comía un minúsculo helado, mirando a los otros dos devorándose todo eso. No, y Pancho no comía así, es que el chileno le hacía perder los modales.

Pasó cuando llegaron a las tortas, que Manuel sacó de su plato y muy acaramelado le convidó a Fran quien lo recibió con gusto. Claro no habría sido problema si solo fuera una probadita, pero el chileno no quería dejar de alimentar a SU novio.

- Manu, ya, para –Le dijo Francisco en un susurro a la mitad del pastel.

- Vamos, déjame sacarle un poquito de celos a Migue –Pidió este con una sonrisita traviesa y picarona.

- Después yo tendré problemas, no tú…

- Bueno, nos siguió esperando algo, pues no lo dejemos con las ganas, jijiji…. –Estiró la mano a la cara de su amigo, haciendo como si limpiara la comisura de sus labios.

Miguel no quedó nada feliz después de eso, y en cuanto llegó a casa llamó a su “mono”.

- Y… ¿Qué estuviste haciendo con Manuel? –Trataba de no tronar los dientes al hablar por celular.

- Tú deberías saberlo, pana, nos estuviste siguiendo toda la tarde…

- … ¿Cómo se dieron cuenta?

- ¡Ja, ja, ja! ¡Migue! Realmente no sirves de espía, amor… pero, ¿Por qué lo hiciste?

- ¡Pues…! –Infló las mejillas y se tiró en su cama- No sé…

- Migue, sabes que Manuel es mi mejor amigo desde casi toda mi vida, pero tú eres mi pareja, no tienes que tenerle celos, además… contigo hago cosas que con él no…

Ambos se sonrojaron inmediatamente, Francisco al decirlo y Miguel al escucharlo. Y por un rato se quedó tranquilo y contento.

…

Su boca cayó hasta el suelo en cuanto la puerta terminó de abrirse- ¿Pero…?... ¡¿Qué carajos sucede aquí?! –Ambos chicos sobre la cama llevaban puestos tan solo unos holgados shorts, respiraban agitados, se notaban acalorados, y Manuel estaba abrazado del cuello de su novio quien se encontraba sospechosamente sobre él. Los dos amigos pararon de reírse y al mirar los ojos de Miguel sintieron que la sangre se les congelaba.

- … no es lo que crees –Dijeron ambos al mismo tiempo. Eso hizo hervir de rabia el rostro del peruano.

- ¡¿Entonces qué?! ¡Malditos traidores cojudos, los voy a…! –Se lanzó hacia ellos, más que nada para agarrar el cabello de Manu, pero Francisco lo contuvo antes de que pudiera rasguñar o patear la cara de su amigo- ¡Zorra…!

…

- Me da tanta vergüenza recordar eso, Martín, creo que metí la pata… -Decía revolviéndose el pelo. Los dos estaban sentados en una banca a la hora del recreo.

- Yo no puedo creer que seas tan pelotudo, Miguel –Comentó el rubio de forma brusca, llamando la atención del otro- Pancho con ese pibe obvio que estaban haciendo eso, ¿Por qué si no estarían en esas condiciones sobre la cama? –Martín había escuchado la historia de Miguel, claro que este se había olvidado de dar algunos nombres, por eso el “pibe”.

- Dicen que ellos juegan así a veces…

- A las cosquillas, ajá… -Golpeó inmediatamente la banca- ¡Sos un boludo! ¡¿Cómo te crees eso?! ¡Te están mintiendo!

- ¿T-tú crees?...

- ¡Claro que sí! Deben estar revolcándose día por medio y vos allí todo confiado…

- ¿A-ah? –El labio inferior le empezó a temblar. En ese justo momento se juntaron con ellos Manuel y Francisco. La sonrisa energética que Martín le dedicó al chileno le pareció extraña al ser el flaco la zorra de quien estaban hablando hace unos segundos.

…

Siguió estresado, y por la angustia no pudo dormir en los dos días siguientes. Lo que le hizo llegar desganado e irritado a la clase de gimnasia. Estaba haciendo un ejercicio con balón junto a Martín, porque ni la cara le quería ver a Francisco a esas alturas. Mala idea, pensó luego, ya que el dúo obvio que se formó gracias a eso fue el de González-Burgos. Los miraba de reojo de vez en cuando, pareciéndole hasta un choque de manos una acción sugerente. Su bestia interna terminó por salir cuando Manuel corrió hacia Fran, saltó y se aferró a él con brazos y piernas, mientras ambos se sonreían y el ecuatoriano lo sujetaba de la cintura.

“Hasta aquí llegaste, González”. Dejó pasar el balón que le lanzó Martín, fue a paso firme hacia esos dos. Ellos tan solo se percataron de Miguel cuando este pescó del pelo a Manuel, un acto completamente salvaje hay que decir, y lo apartó de su novio.

- ¡Tú, puto de mierda! ¡¿Te divertiste cagándome?! ¡Te voy a hacer trizas, cojudo!

- ¡Ah! ¡¿Qué chucha te pasa?! –Manu ni siquiera podía girarse, Miguel lo zamarreaba de una manera brutal que dejó con la boca abierta a todo el gimnasio.

- ¡Zorra de quinta!

- ¡Pelotudo, pará!

- ¡Miguel, déjalo!

Tan solo hablando en dirección pudieron aclarar las cosas. Manu y Pancho aseguraron una y otra vez que no se revolcaban ni nada, que entre ellos no había más que amistad. Martín les ayudó diciéndole a Miguel que si hubiera sabido que era del chileno de quien sospechaba, le habría sugerido que se calmara, además de sacar a luz la relación que llevaba con Manuel en secreto, que ya no lo sería pero bueno. Con eso, y mucha suerte lograron tranquilizar a Miguel, aunque al rector no se lo sacaron tan fácil.

…

“Fran es perfecto”. Miguel sabía que no era tan cierto, que a pesar de lo mucho que se acercara el moreno que sostenía su mano al ideal de hombre, no era un ángel caído. A veces olvidaba algunas fechas importantes, o llegaba levemente tarde, quizás no fuera un genio en la cocina, y comiera de todo lo que le dieran, quizás metía la pata algunas veces con sus amigos, o con su novio, pero, a él le encantaba, y con tal que lo quisiera… y no metiera a cierto flaco en su cama, estaba todo bien.

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“Mi novio es perfecto”. Era lo que más veces en el día se repetía Miguel; al mirar la espalda de Francisco inclinado sobre su puesto anotando todo lo que decía el profesor; o al ir tomados firmemente de la mano en el camino a su casa luego que se ofreciera para acompañarlo; o cuando a las nueve en punto lo llamaba para saber cómo estaba; o ya más íntimo, cuando se besaban, o le acariciaba la espalda y las piernas, también esa única vez que habían hecho el amor.

Francisco era perfecto para Miguel; o lo era hasta que se le ocurrió decirlo frente a Martín.

- Es demasiado bueno para ser verdad –Estaban en historia cuando comenzaron a hablar de eso. Martín se apoyaba en la ventana y miraba a Miguel con los ojos entrecerrados aparentando seriedad- “No hay cielo sin nubes, ni paraíso sin serpientes”, recuérdalo Miguel…

- Basta, Martín, me asustas con esa mirada, ¿Sugieres que es narco, mafioso o algo así? –El peruano reía mirando a su amigo.

- Quién sabe, nadie está libre estos días.

- No digas tonterías, causa…

- O puede que te esté engañando…

Un viento helado entró por la ventana y recorrió la espalda de Miguel. El chico volvió a mirar al rubio que mantenía un rostro serio, o en parte.

- … ¿Tú crees? –Martín sonrió y se encogió de hombros, llevando al fin su mirada al profesor que explicaba las razones de alguna guerra. Lo que para el argentino más bien fue una conversación sin sentido y más que nada para joder, para el chico peruano se convirtió en una idea que rondaba persistentemente su cabeza, hasta transformarse en paranoia.

- No puede ser, Fran no es de esos –Se decía a sí mismo tirando la mochila a un costado de su cama, se quitó la corbata y se desabotonó la camisa. Antes de cambiarse de ropa llamó inmediatamente a Francisco para saber en qué andaba. Y ahí estaba el tono, esperó dos, luego tres, después siete y comenzó a desesperarse, “Francisco nunca se tarda tanto”. No le contestó esa, ni a la siguiente, luego tenía diez llamadas amontonadas que el cojudo no se dignaba a responder.

- ¡¿Qué demonios estás haciendo, carajo?! ¡Contesta el puto celular! –Gritaba con el tono de marcado sonando en su oído, con su mala suerte ni cuenta se dio cuando el chico al fin contestó- ¡Cojudo de…!

- ¡¿Eh?! ¿Qué?

- … F-Fran, hola, je… -Miguel tragó saliva y cambió la voz para hablar con su novio- Oye, ¿Por qué no me contestabas, causita?

- ¿Eh?... ah… pues… –El balbuceo solo hizo que se alterara.

- ¿Fran?

- Estaba en el baño –Otra cosa que le dio más miedo.

- ¿En el baño con quién? –Murmuró entre dientes pero con la estupidez de dejar el celular a un lado de su cara.

- ¿Cómo? ¿De qué hablas?

- ¡Nada, nada! –Se tendió sobre la cama y comenzó a hablar con voz melosa- Oye, ¿Crees que mañana puedas venir a mi casa?

- Claro, te voy a dejar si quieres.

- No, eso no, ¿No quisieras venir y… estar un rato a solas tú y yo? –Ante esa voz sugerente, Francisco comenzó a tartamudear.

- Es que… ehm, y-yo…

- ¡Pasa pa acá! –De pronto escuchó una voz que conocía muy bien- ¿Aló, Miguel? –El amigo de su novio comenzó a hablarle desde la otra línea.

- ¿Manuel? ¿Qué quieres?

- Que te aguantes un ratito las ganas, mañana vamos a salir Pancho y yo, así que no puede ir a hacer “cositas” a tu casa, ¿Ya?

- ¡Manu!

- ¿Qué? Yo estaba antes que él, no es justo que me descuides por estar con Migue…

Claro que Miguel no escuchó el “¿Qué haces?” de Francisco, ni “El peruano sabe que estoy jugando” de Manuel. Y no, no era como decía el chileno.

- ¿Cómo que antes que…? ¡¿Para qué exactamente te tenía?!

- Migue, no le hagas caso, sabes que a Manu le gusta molestar –Aclaró el muchacho en cuanto tuvo de vuelta su teléfono- Pero es verdad que saldré con él, tal vez otro día pueda ir a tu casa…

La idea de colarse pasó por la cabeza de Migue, pero ahí el chileno tendría excusa para quejarse aún más del noviazgo de su mejor amigo.

“Estoy frito, Manu en muchos sentidos tiene el control de mi relación” Pensó desanimado al otro día viendo hacia adelante cómo esos dos cuchicheaban en la clase de matemáticas y hacían dibujitos en el cuaderno del otro. Algunos roces que tenían uno para el otro le parecían… demasiado cariñosos, hasta para dos amigos, ¡Sobre todo para dos AMIGOS!- ¡Argh! –Apretó el lápiz y tronó los dientes observando la mano que el flaco posaba en la nuca de Fran, apretando sus cortos cabellos con los dedos.

- ¿Qué te pasá a vos? –Martín le golpeo el codo suavemente llamando su atención- Sé que es un asco pero quita esa cara… -Dijo el rubio señalando al profesor que hablaba y hablaba por algo que se saca con un 2x2.

- ¿No te parece que Manu y Pancho son… demasiado…? –No hallaba la palabra- ¿… cercanos?

- ¿Eh? –Los ojos verdes miraron fugazmente hacia adelante y volvieron a posarse en Miguel- ¿Y eso qué tiene de nuevo? ¿O extraño? Siempre han sido así… -Por el final de su parlamento fruncía un poco el ceño, pero eso su compañero no lo notó.

- No me digas eso… -¿Entonces nada ha cambiado entre ellos? ¿Si se acostaban antes lo siguen haciendo ahora?... “¿Pero en qué carajos estoy pensando?”. Sacudió la cabeza y al volver a mirarlos esos dos ya se encontraban quietos y mirando el pizarrón.

…

- No puedo creer que estoy haciendo esto –Dijo para sí mismo allí escondido y totalmente avergonzado detrás de un bote de basura. Volvió a espiar hacia la calle por donde iban esos dos. Tragó saliva y sujetó con mayor fuerza la correa de su mochila, ya se estaban alejando y debía salir de su escondite y ponerse en marcha para no perderlos.

“Por favor, Miguel, ¿Qué crees que van a hacer? ¿Irse a un motel?”. Eso era exactamente lo que sugirió Martín luego de que le contara que Francisco pensaba salir con esa persona de quien tenía sospechas.

Siguió al par de amigos por un sinfín de tiendas de video, otras de comida, la boletería del cine al que finalmente no entraron, y por último estuvo vigilándolos mientras tomaban “once” en otro local, con churrascos, tortas, jugo, té y empanaditas.

- Siempre has sido un cerdo, Manuel –Comentó mientras se comía un minúsculo helado, mirando a los otros dos devorándose todo eso. No, y Pancho no comía así, es que el chileno le hacía perder los modales.

Pasó cuando llegaron a las tortas, que Manuel sacó de su plato y muy acaramelado le convidó a Fran quien lo recibió con gusto. Claro no habría sido problema si solo fuera una probadita, pero el chileno no quería dejar de alimentar a SU novio.

- Manu, ya, para –Le dijo Francisco en un susurro a la mitad del pastel.

- Vamos, déjame sacarle un poquito de celos a Migue –Pidió este con una sonrisita traviesa y picarona.

- Después yo tendré problemas, no tú…

- Bueno, nos siguió esperando algo, pues no lo dejemos con las ganas, jijiji…. –Estiró la mano a la cara de su amigo, haciendo como si limpiara la comisura de sus labios.

Miguel no quedó nada feliz después de eso, y en cuanto llegó a casa llamó a su “mono”.

- Y… ¿Qué estuviste haciendo con Manuel? –Trataba de no tronar los dientes al hablar por celular.

- Tú deberías saberlo, pana, nos estuviste siguiendo toda la tarde…

- … ¿Cómo se dieron cuenta?

- ¡Ja, ja, ja! ¡Migue! Realmente no sirves de espía, amor… pero, ¿Por qué lo hiciste?

- ¡Pues…! –Infló las mejillas y se tiró en su cama- No sé…

- Migue, sabes que Manuel es mi mejor amigo desde casi toda mi vida, pero tú eres mi pareja, no tienes que tenerle celos, además… contigo hago cosas que con él no…

Ambos se sonrojaron inmediatamente, Francisco al decirlo y Miguel al escucharlo. Y por un rato se quedó tranquilo y contento.

…

Su boca cayó hasta el suelo en cuanto la puerta terminó de abrirse- ¿Pero…?... ¡¿Qué carajos sucede aquí?! –Ambos chicos sobre la cama llevaban puestos tan solo unos holgados shorts, respiraban agitados, se notaban acalorados, y Manuel estaba abrazado del cuello de su novio quien se encontraba sospechosamente sobre él. Los dos amigos pararon de reírse y al mirar los ojos de Miguel sintieron que la sangre se les congelaba.

- … no es lo que crees –Dijeron ambos al mismo tiempo. Eso hizo hervir de rabia el rostro del peruano.

- ¡¿Entonces qué?! ¡Malditos traidores cojudos, los voy a…! –Se lanzó hacia ellos, más que nada para agarrar el cabello de Manu, pero Francisco lo contuvo antes de que pudiera rasguñar o patear la cara de su amigo- ¡Zorra…!

…

- Me da tanta vergüenza recordar eso, Martín, creo que metí la pata… -Decía revolviéndose el pelo. Los dos estaban sentados en una banca a la hora del recreo.

- Yo no puedo creer que seas tan pelotudo, Miguel –Comentó el rubio de forma brusca, llamando la atención del otro- Pancho con ese pibe obvio que estaban haciendo eso, ¿Por qué si no estarían en esas condiciones sobre la cama? –Martín había escuchado la historia de Miguel, claro que este se había olvidado de dar algunos nombres, por eso el “pibe”.

- Dicen que ellos juegan así a veces…

- A las cosquillas, ajá… -Golpeó inmediatamente la banca- ¡Sos un boludo! ¡¿Cómo te crees eso?! ¡Te están mintiendo!

- ¿T-tú crees?...

- ¡Claro que sí! Deben estar revolcándose día por medio y vos allí todo confiado…

- ¿A-ah? –El labio inferior le empezó a temblar. En ese justo momento se juntaron con ellos Manuel y Francisco. La sonrisa energética que Martín le dedicó al chileno le pareció extraña al ser el flaco la zorra de quien estaban hablando hace unos segundos.

…

Siguió estresado, y por la angustia no pudo dormir en los dos días siguientes. Lo que le hizo llegar desganado e irritado a la clase de gimnasia. Estaba haciendo un ejercicio con balón junto a Martín, porque ni la cara le quería ver a Francisco a esas alturas. Mala idea, pensó luego, ya que el dúo obvio que se formó gracias a eso fue el de González-Burgos. Los miraba de reojo de vez en cuando, pareciéndole hasta un choque de manos una acción sugerente. Su bestia interna terminó por salir cuando Manuel corrió hacia Fran, saltó y se aferró a él con brazos y piernas, mientras ambos se sonreían y el ecuatoriano lo sujetaba de la cintura.

“Hasta aquí llegaste, González”. Dejó pasar el balón que le lanzó Martín, fue a paso firme hacia esos dos. Ellos tan solo se percataron de Miguel cuando este pescó del pelo a Manuel, un acto completamente salvaje hay que decir, y lo apartó de su novio.

- ¡Tú, puto de mierda! ¡¿Te divertiste cagándome?! ¡Te voy a hacer trizas, cojudo!

- ¡Ah! ¡¿Qué chucha te pasa?! –Manu ni siquiera podía girarse, Miguel lo zamarreaba de una manera brutal que dejó con la boca abierta a todo el gimnasio.

- ¡Zorra de quinta!

- ¡Pelotudo, pará!

- ¡Miguel, déjalo!

Tan solo hablando en dirección pudieron aclarar las cosas. Manu y Pancho aseguraron una y otra vez que no se revolcaban ni nada, que entre ellos no había más que amistad. Martín les ayudó diciéndole a Miguel que si hubiera sabido que era del chileno de quien sospechaba, le habría sugerido que se calmara, además de sacar a luz la relación que llevaba con Manuel en secreto, que ya no lo sería pero bueno. Con eso, y mucha suerte lograron tranquilizar a Miguel, aunque al rector no se lo sacaron tan fácil.

…

“Fran es perfecto”. Miguel sabía que no era tan cierto, que a pesar de lo mucho que se acercara el moreno que sostenía su mano al ideal de hombre, no era un ángel caído. A veces olvidaba algunas fechas importantes, o llegaba levemente tarde, quizás no fuera un genio en la cocina, y comiera de todo lo que le dieran, quizás metía la pata algunas veces con sus amigos, o con su novio, pero, a él le encantaba, y con tal que lo quisiera… y no metiera a cierto flaco en su cama, estaba todo bien.